martes, 30 de noviembre de 2010

8.Untitled

Me planto delante de la página en blanco a media noche con tantas ganas de dormir como poco sueño. Me planto delante de la página en blanco, también, con millones de dudas y escasísimas certezas. Sólo sé que no sé nada.

Siempre he pecado de ser una persona poco perseverante, de ilusionarme al instante con innumerables proyectos nuevos y no llevarlos prácticamente nunca a su fin. Uno de los propósitos que siempre está ahí es el de escribir más a menudo y mejor. Y uno de los frenos que me impide llevar a cabo esta tarea es el creer que lo que yo pueda decir o pensar sobre cualquier tema carece en absoluto de interés. Que me faltan conocimientos para poder escribir algo que a mi me gustaría leer. Me suelo decir a mi misma que voy a leer libros de historia del arte, de política, de filosofía, sociología, economía, ensayos sobre literatura… para poder generar en mi una opinión formada y con cierto “nivel”.

Hoy me han llegado a través de dos fuentes distintas estímulos para cambiar la mentalidad. Para empezar, en clase, mi profesor de estética, hablando sobre arte nos ha dicho que nos equivocamos, que siempre estamos quejándonos de lo poco que sabemos sobre arte, de que queremos culturizarnos, de que no entendemos nada, y luego vamos a un museo y pretendemos ponernos delante de una obra y decirle: “tómame”, esto resulta algo desesperado y difícilmente puede aportarnos resultados. Como en el proceso de conectar con las personas, para conectar con el arte hay que coquetear, sin esperar de él que se nos entregue abiertamente y sin más. También ha comentado que el conocimiento tiene que partir de uno mismo, que somos nosotros los que tenemos que esforzarnos en acercarnos a la obra artística de una forma ataráxica, es decir, pensando que si estando mirándola desde un ángulo concreto ésta no nos comunica nada posiblemente la solución sea cambiar nuestro punto de vista.

El otro estímulo ha venido de la mano de Ernesto Sabato, de Abbadón el Exterminador más concretamente. En esta novela el Sabato personaje escribe una extensa carta a un escritor que se siente descontento consigo mismo por las críticas que ha recibido y por no ser capaz de escribir sobre cualquier tema. S. le dice que el buen escritor nunca puede escribir sobre cualquier tema sino que, por el contrario, por muchos textos que escriba siempre habrá un fondo común con raíces en las propias obsesiones, en uno mismo. Dice que el arte desligado de la propia vida y pensamiento no tiene sentido.

Pensando entonces en que yo, queriendo escribir, tendría que centrarme como él dice en mi misma y en mis obsesiones he pasado un largo rato ahondando para averiguar cuáles son estas obsesiones y qué rasgos de mi misma me pueden resultar interesantes.

Lo único que he encontrado han sido dudas e inseguridades. Me apunto en mi lista de ideas a realizar el crear un personaje a partir de estas dudas sobre el que pueda escribir y al que pueda añadir las vivencias que me faltan. Creo que me puede resultar divertido e interesante intentar averiguar como reaccionaría delante de tales o tales otras circunstancias y situaciones. Voy a llamar a este personaje Alejandra. Sus padres, es decir, yo; la bautizarán de este modo por entender la complejidad de su personaje homónimo en Sobre héroes y tumbas y por comprender también que esta complejidad está, probablemente, intrínseca en mayor o menor grado en todos nosotros o, al menos, en mi.

Si hago acopio de constancia y llevo a cabo este proyecto, alejándome por una vez de mi falta de perseverancia, es probable que en adelante aparezcan textos varios y dispares protagonizados por esta recién nacida.

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