miércoles, 18 de mayo de 2011

18. Pequeños descubrimientos

Hoy he descubierto en el MACBA a Frederick Kiesler. De hecho sigo en el museo y creo que antes de marcharme volveré a mirar sus piezas. Parece tratarse de un arquitecto, en la colección podemos encontrar planos, bocetos y fotografías de la maqueta de un proyecto suyo, la “Endless House”. Lo que más me ha cautivado es su espontaneidad en muchos de sus bocetos, incluso su maqueta resulta, al menos en apariencia, espontánea. Da la sensación de poder liberar por completo a su mano de los prejuicios de la mente consciente, sus bocetos realizados con tinta y agua... fluyen, son prácticamente garabatos. Siempre me han atraído los garabatos. Al ver los planos técnicos, también expuestos, es más que difícil no sorprenderse por su claro parecido. Kiesler consigue convertir algo instintivo, fruto del subconsciente, en algo técnico, físico e inteligible racionalmente.

Las fotografías de la maqueta me han fascinado por completo, tanto por la calidad de la imagen como por la maqueta en si misma. Creo que está realizada con yeso y rejilla metálica, y el resultado es un desnudo de lo más explícito, no cubre nada, no esconde los defectos, y al no esconderlos los anula, los vuelve virtudes. No hay artificio ni finura, es rudo y basto. Es sincero.

El segundo descubrimiento de hoy es el artista Nigel Henderson, sobre todo en dos de sus obras, “Territorio imaginado” y “Sepulcro de tornillos”. El primero conecta conmigo sobre todo en el concepto, en la idea de un lugar inventado, una especie de Nunca Jamás. Me parece liberador. Un sitio al que escapar, un sitio que no pertenece a nadie más, donde huir de lo racional, de lo impuesto socialmente, y aunque el llegar a ese sitio no garantice la paz, la serenidad, ni mucho menos la felicidad, me parece que supone una ayuda para el autoconocimiento. Que plasme todo esto en un plano creado con la superposición de otros mapas me resulta una especie de misterio maravilloso. Hasta hoy no conocía la existencia de este artista, nada sé de él, así que es difícil estar menos capacitada para algo de lo que lo estoy para interpretar su obra. Pero mirando mi ombligo, o su obra a través de mi ombligo, me parece encontrar una especie de chiste. Es como si estuviese racionalizando lo irracional, dándoselo al público con su propio lenguaje. Dándole una aparente veracidad a lo inexistente. Seguramente esto carezca completamente de sentido, pero hasta que conozca, (si algún día llego a conocerla), la verdadera intención, me divertiré con esta interpretación.

No puedo explicar lo que me ha absorbido de “Sepulcro de tornillos”, puede que la rudeza de la imagen, la oscuridad y la “pobreza” de la situación. Puede que se parezca a mis entrañas o puede que no tenga nada que ver... tengo que seguir investigando.

Por último, y esto no es un descubrimiento sino una reafirmación, no puedo callar la más explicita muestra de la paradoja de los museos que se ha plantado hoy ante mis ojos. Siempre estoy hablando de la impotencia que siento ante la imposibilidad de tocar algunas piezas, puede que empiece a parecer un impulso casi psicótico... con los ojos no me basta. Aún así me parece perfectamente comprensible que no se puedan tocar las acuarelas, los cuadros, y demás obras de arte delicadas, sufrirían un deterioro peligroso y absolutamente indeseado. Pero no deja de parecerme absurdo, en cambio, no poder acercarme de forma táctil a una escultura metálica, por ejemplo. (Es cierto que mis impulsos reprimidos no se limitan a estas piezas...)

Siempre he pensado que determinadas obras no pueden asimilarse por completo usando un único sentido, que son eminentemente táctiles, pero hoy, en la colección del MACBA, aparecía expuesta una obra de Muntadas, “Objeto Poema Táctil”. Ese es su nombre y estaba, por supuesto, en una vitrina.

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