jueves, 23 de diciembre de 2010

11. Palabras que permanecen en la retina



1_ Violet / Todo cuanto amé / Siri Hustvedt

10. Palabras que permanecen en la retina

(EXPLICACIÓN DEL PROYECTO)

[La memoria es una función del cerebro y, a la vez, un fenómeno de la mente que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar información. ]

[Los recuerdos son imágenes del pasado que se archivan en la memoria. Nos sirven para traer al presente algo o a alguien. Se definen también como una reproducción de algo anteriormente aprendido o vivido, por lo que están vinculados directamente con la experiencia.]

Podemos recordar con los cinco sentidos, del mismo modo que vivimos y experimentamos con los cinco sentidos. Ya lo exploraba Proust en su escena de la magdalena, cómo un sabor, un olor, puede evocarnos a una situación vivida, a un lugar, a un momento. La magdalena no nos recuerda en si a otra magdalena, no es un recuerdo del gusto o del olor sino un recuerdo de una experiencia total en la que el protagonista interviene en todo su ser y con todos sus sentidos.

Hace unos meses probé un tipo de galletas que nunca antes había comido y instantes después me pareció encontrarme en la terraza de un restaurante del pueblo en que veraneo teniendo yo unos seis o siete años. Me resultó muy confuso que un sabor me hiciese recordar a través de la piel, de los músculos, toqué ese sabor. Esto es claramente una sinestesia.

Desde pequeña, cuando en clase de lengua nos hacían analizar textos poéticos la sinestesia y la paradoja fueron mis dos recursos literarios preferidos. Probablemente “escogí” estos dos sin darme cuenta de lo ligados que están, una sinestesia puede en muchos casos ocurrir en la vida propia y resultar completamente paradójica. A día de hoy me encuentro en muchas de mis meditaciones y en muchos de mis escritos dando vueltas sin cesar a estos conceptos. Me encuentro en una exposición mirando un cuadro y pretendiendo asimilar su textura, su volumen su rugosidad con la mirada, por no poder hacerlo con las manos.

En este proyecto me encuentro haciendo lo mismo otra vez. Analizando los recuerdos de experiencias leídas, es decir, escuchadas en el silencio, transformadas por mi mente y por el tiempo en imágenes. Me doy cuenta al intentar seleccionar las escenas que pretendo “descuartizar” de que no con todas me es posible, de que no con todas las novelas, ni con todos los autores me es posible esta transformación. Milan Kundera, Siri Hustvedt, Haruki Murakami... incluso en algunas ocasiones Herman Hesse… Difícilmente puedo recordar sus palabras, no sabría citarles y sin embargo puedo proyectar en mi mente las escenas e historias que han tramado en sus novelas como si de películas se tratara. Películas surrealistas y sin sentido en general dado que la memoria, o mi memoria, es selectiva y no se queda con una imagen completa de lo experimentado sino con algunos retales que por un motivo u otro nos tocaron. A otros autores como Ernesto Sabato, Paul Auster o Lev Tolstoy sin embargo no me costaría ningún trabajo citarles, recuerdo sus palabras y seguramente me transmitieron lo mismo que los otros, pero no consigo en ningún caso llevar a cabo este proceso de transmutación. Me gustaría saber porqué.

El método de “descuartizado” que pretendo emplear es el de crear piezas audiovisuales a partir de estas escenas recordadas. Mi intención es la de no volver a buscar la escena en el libro, no releerla, convertir las imágenes imaginadas en imágenes videográficas. Dado que algunas de estas llegaron a mi hace años no puedo reconstruirlas como si de una historia se tratase, no hay un principio ni un fin, no pretenden tener una coherencia; es por eso que el resultado es algo así como un conjunto de películas surrealistas. Pequeños fragmentos de pensamiento, de recuerdo… superpuestos entre si.

“Palabras que permanecen en mi retina” no es una idea que vaya a tener una resolución total a corto plazo dado que no es facil y rápidamente llevable a cabo durante un periodo universitario. Requiere tiempo. Además a medida que vaya leyendo iré creando un catálogo de recuerdos literarios que posiblemente serán introducidos en el proyecto.

9. Transtorno de identidad disociativo

OCCIDENTALIZACIÓN/ORIENTALIZACIÓN

El trastorno de identidad disociativo es un diagnóstico controvertido descrito en el DSM IV como la existencia de una o más identidades o personalidades en un individuo, cada una con su propio patrón de percibir y actuar con el ambiente. Al menos dos de estas personalidades deben tomar control del comportamiento del individuo de forma rutinaria, y están asociadas también con un grado de pérdida de memoria más allá de la falta de memoria normal. (wikipedia)

En el siguiente texto pretendo argumentar que la adaptación acontecida entre oriente y occidente ha conllevado un número acaso exagerado de cambios sociales aplicables a todos los ámbitos para ambas culturas, aunque mentiría si no aceptase que el caso de Oriente resulta más evidente al empezar esta adaptación muchos años antes de que comenzase la inversa. En mi opinión se produce un choque que encaja, a nivel metafórico, con el trastorno de identidad disociativo. Parece que a veces olvidamos quienes somos y cuales son nuestras necesidades para adaptarnos a aquellas que son intrínsecas de la cultura opuesta, y lo mismo a aún mayor escala les pasa a ellos. Da la sensación también, como en la enfermedad mental de que acabamos olvidando ciertos aspectos de nosotros mismos.

Si bien en mi opinión esto ha ido, sobre todo en el caso de los orientales, a un nivel excesivo, no creo por otro lado que la hibridación a cierta escala de ambas culturas sea algo negativo. Lo desconocido, lejano, exótico… siempre resulta atractivo y tentador y por tanto me resulta más que comprensible que estos cambios hayan tenido lugar.

Pretendo exponer en este artículo como de la adaptación puramente cultural se va pasando inevitablemente a una que afecta en gran manera al mundo del diseño, versionamos objetos orientales del mismo modo que ellos versionan otros occidentales. Y esto, en según que casos puede llevar a situaciones que, cuanto menos, merecen ser meditadas.

El elogio de la sombra es un breve libro que describe cómo la estética occidental ha ido infiltrándose en Oriente en general y en Japón en concreto anulando muchos de los rasgos esenciales de la original para su propia adaptación. Habla de cómo las dos culturas avanzaron en un principio por caminos separados, idóneos cada uno para las necesidades de su sociedad, no solo a nivel cultural sino también fisiológico; y cuan inoportuno es por tanto para los japoneses la actual (entendiendo que el libro se escribió en los años 30) occidentalización.

Tanizaki comenta que entiende que el hecho de que la tecnología europea avanzase a una mayor velocidad que la japonesa, china… hizo que estos se viesen prácticamente obligados a adoptar sus invenciones, tales como la cámara fotográfica, el televisor, etc. De no haber incorporado estas nuevas herramientas a sus vidas, probablemente sus ciudades hubiesen estado durante un tiempo atrasadas respecto a las occidentales pero, por otro lado, hubiesen, seguramente, acabado inventando máquinas y utensilios con una funcionalidad similar, sino idéntica, pero creadas especialmente para ellos y mucho mejor asimilables, por tanto, para si mismos.

En el libro cita varios ejemplos concretos, enfocados siempre desde la idea de que la principal diferencia entre ambas culturas es que si bien la occidental aboga por la luz, y pretende que esté cuanto más presente mejor en sus objetos y espacios, los orientales se encuentran más cómodos en un entorno sombrío, se sienten mucho más identificados con la oscuridad. En el caso de el televisor, argumenta que se inventó, aunque fuese en blanco y negro en un principio, para plasmar los tonos de piel occidentales, que si bien pueden no ser más claros son siempre más luminosos que los orientales; los ambientes occidentales, también luminosos; los objetos occidentales, sí, también luminosos.

También habla de cómo se ha ido incorporando en sus casas nuevos materiales como la porcelana blanca que reflejan la luz y la expanden exponencialmente por la habitación. Explica que esto sucede sobretodo en espacios como el baño y las cocinas. Se pretende que los objetos tengan un acabado con apariencia “lujosa” o simplemente acabados, cuando en la tradición oriental lo típico son los lacados oscuros en los boles, por ejemplo que se adaptan mejor a sus comidas del tipo sopa de miso no solo por color sino también por textura y material. Ya sabemos que los materiales del recipiente influyen en el sabor del producto.

Cuesta creer cómo siendo Japón considerado en su tradición como un espacio de sombras se han inundado sus ciudades de neones y publicidades retroiluminadas en todas las paredes hasta no dejar prácticamente un espacio oscuro. Y como si su cultura parece dominada por el silencio de los rituales, se han masificado en el volumen de coches y se han saturado de locales nocturnos que llenan el espacio de una contaminación acústica muy considerable. Si pensamos hoy en día en Japón nos encontramos obligados a elegir, entre el pueblecito que ya escasea con sus construcciones algo elevadas del suelo y sus anchos tejados que alejan la luz del interior y la macro-ciudad de luces, sonidos y tecnología. Incluso dentro de la arquitectura contemporánea, que en nada se parece a la tradicional, (del mismo modo en que la nuestra no se asemeja a las antiguas construcciones góticas), encontramos arquitectos que se decantan por la luz y otros que pese a adoptar nuevas formas siguen abrazando la sombra y un uso controlado y racionalizado de la luz, que no impregna el espacio sino que aporta un significado concreto. Es un ejemplo del primer caso Toyo Ito y del segundo caso Tadao Ando.

Otro ámbito en el que se produce una transformación, cuanto menos, singular es el de la moda, podemos ver como las propias marcas occidentales crean colecciones que venden exclusivamente en Oriente y en las que con los mismos elementos la diferencia radica en el exceso y la superposición. De esta manera lo occidental se orientaliza para que los orientales se puedan occidentalizar sin perder del todo su seña de identidad. No es raro ver fotografías de street-style chino o japonés en el que los protagonistas apuestan por un elemento estilístico que esté de moda de forma internacional, como en su día pudieron ser las tachuelas y opten no por un cinturón o un bolso, o por unas cenefas en sus chaquetas, sino por un recubrimiento total y absoluto de sus pantalones y cazadoras de cuero.

En el caso de Occidente la transformación hacia lo oriental es mucho menos obvia, para empezar, supongo, que esto se debe a que es un proceso mucho más reciente en el que vamos sumergiéndonos en la actualidad. Esto no significa que no sea existente, y que no vaya a ir a mayores en las próximas décadas. El juego de las influencias puede funcionar de un modo similar al de un yo-yo, la cuerda se alarga y se afloja y el yo-yo va de un lado a otro. Si bien en el siglo XIX la economía empezó a tener su centro en Occidente, en Europa en concreto, debido a la revolución industrial que consiguió desbancar a Oriente, en la actualidad la emergencia de Asia y la inclinación del mundo hacia Oriente evoca la situación que había antes de la dominación europea, cuando China y la India concentraban lo esencial de la producción manufacturera.

Hace unas décadas que Asia ha entrado en una dinámica de desarrollo regional que tienen como clave las políticas de Estado mercantilistas, dirigidas a una industrialización lograda a través de exportaciones y a una integración gradual y controlada en la economía capitalista. Este cambio profundo hace que Asia vuelva al centro del sistema económico y financiero mundial. Entonces si bien hoy, a comienzos del siglo XIX tenemos el centro en Occidente, más entrados en el siglo que vivimos la economía tendrá múltiples centros. El gran desafío, dice Janet L. Abu-Lughod, es conseguir una transición pacífica de un sistema a otro. Pero aunque todo transcurra sin tensiones importantes está claro que el que tiene la hegemonía económica ostenta el poder, y que éste inevitablemente influenciará a los otros. Esto nos habla, probablemente, de porqué en los últimos años la cultura oriental se ha adentrado a una velocidad mucho mayor en nuestras vidas y en nuestra cultura. Si hablamos con nuestros abuelos nos contarán que lo que hoy podemos dar por obvio en otros tiempos no lo fue tanto en absoluto.

Un ejemplo que podemos ver en las calles es el de los restaurantes japoneses, si bien en nuestras ciudades ya abundaban los de procedencia china, es en la última década, o incluso, apurando, en el último lustro, el momento en que se están abriendo japoneses en cada esquina. Esto habla más de lo que parece de nuestra transformación, a mi modo de ver, porque a diferencia de los restaurantes chinos en los que toda la administración y personal es de la misma procedencia que la comida, los restaurantes japoneses, que empiezan hoy en día, es muy frecuente que estén regentados por occidentales que de forma totalmente voluntaria y deliberada deciden abrazar la cultura oriental.

Otro aspecto en el que tendemos a un acercamiento inconsciente a oriente es en el ámbito más puramente cultural. Del mismo modo en el que Confucio ya no está tan de moda en la China, no lo están aquí ni la Iglesia, ni el Papa ni demás temas culturales autóctonos. Cada vez podemos encontrar en los quioscos más revistas como Mente Sana, Saber Vivir, Yoga Journal y en ellos cada vez aparecen más artículos sobre modos de vida orientales. Yoga, meditación e incluso medicina tradicional china y acupuntura. En las librerías por otro lado cada vez aparecen más libros sobre zen, budismo y feng-shui, es curioso que nuestro autor espiritual más vendido sea Osho y que cada vez más de nosotros, estando estresados o acartonados, acudamos sin dudarlo a las técnicas orientales, el yoga, tai-chi. Es curioso que metodologías de relajación tales como el yoga, que aquí practicamos en casi todas sus versiones para liberar tensiones, a modo de “cura”, se crearan en unos espacios en los que estas tensiones, originalmente, eran inexistentes, ellos lo crearon más bien como una técnica preventiva. Sabiendo que en lo que nosotros les hemos influido a ellos ha ayudado a que lleven un ritmo de vida más frenético y estresante se podría decir que somos exportadores de nervios e importadores de calma.

Del mismo modo que en los adultos, la infancia que ya nosotros hemos vivido ha estado plagada de elementos orientales que seguro irán aumentando con los años. Al llegar del colegio encendíamos el televisor y ¿qué encontrábamos? Series manga como Doraemon, Drago Ball, Oliver y Benji, Heidi, Naruto, Sailor Moon… Si no nos apetecía ver la tele jugábamos a Pokemon en nuestra consola Nintendo (ambas cosas de origen oriental), y por último, si no queríamos quedarnos en casa quietos es muy probable que estuviésemos en algún extraescolar deportivo, que si bien podía ser baile, básquet… también en muchos casos era algún arte marcial como tae-kuon-do o karate.

Personalmente creo, que en nuestro caso la transformación o adaptación no ha llegado a un punto en el que pueda considerarse problemática, quien sabe si en un futuro pueda llegar a serlo. Hemos importado comida, entretenimiento y pensamiento, pero por el momento hemos sabido emplearlo para mejorar lo que ya tenemos, en vez de para anularlo. En el caso oriental leyendo las palabras de Tanizaqui que tenía aún menos ejemplos de los que podría encontrar hoy, entendemos que sí se ha llevado a un extremo en el que las cosas pierden su sentido. Y si bien a nivel cultural me da la sensación de que les hemos podido aportar cosas positivas como el cambio de mentalidad sobre el papel de la mujer y como una búsqueda mayor de la higiene (viene implícita en el aporte de luz, si hay más luz la suciedad queda a la vista y por tanto es necesario eliminarla). También les hemos aportado consecuencias negativas como el estrés y la contaminación lumínica y sonora de las calles.

Para acabar creo tener que puntualizar que a diferencia de el continente europeo que es, dentro de lo que cabe, bastante uniforme en cuanto a cultura se refiere, en Asia conviven infinidad de culturas y de modus vivendi, no tiene nada que ver la China con Japón, y muchísimo menos estos con la India o la parte asiática de Rusia. Inevitablemente en este texto me he visto obligada a generalizar y a elegir qué rasgos orientales destacar, en general cuando hablo de Oriente se podría decir que hablo de China y Japón. Un artículo sobre como se han ido influyendo las diferentes culturas orientales entre si me parecería muy interesante pero, por desgracia, actualmente no tengo los conocimientos como para llevarlo a cabo.

martes, 30 de noviembre de 2010

8.Untitled

Me planto delante de la página en blanco a media noche con tantas ganas de dormir como poco sueño. Me planto delante de la página en blanco, también, con millones de dudas y escasísimas certezas. Sólo sé que no sé nada.

Siempre he pecado de ser una persona poco perseverante, de ilusionarme al instante con innumerables proyectos nuevos y no llevarlos prácticamente nunca a su fin. Uno de los propósitos que siempre está ahí es el de escribir más a menudo y mejor. Y uno de los frenos que me impide llevar a cabo esta tarea es el creer que lo que yo pueda decir o pensar sobre cualquier tema carece en absoluto de interés. Que me faltan conocimientos para poder escribir algo que a mi me gustaría leer. Me suelo decir a mi misma que voy a leer libros de historia del arte, de política, de filosofía, sociología, economía, ensayos sobre literatura… para poder generar en mi una opinión formada y con cierto “nivel”.

Hoy me han llegado a través de dos fuentes distintas estímulos para cambiar la mentalidad. Para empezar, en clase, mi profesor de estética, hablando sobre arte nos ha dicho que nos equivocamos, que siempre estamos quejándonos de lo poco que sabemos sobre arte, de que queremos culturizarnos, de que no entendemos nada, y luego vamos a un museo y pretendemos ponernos delante de una obra y decirle: “tómame”, esto resulta algo desesperado y difícilmente puede aportarnos resultados. Como en el proceso de conectar con las personas, para conectar con el arte hay que coquetear, sin esperar de él que se nos entregue abiertamente y sin más. También ha comentado que el conocimiento tiene que partir de uno mismo, que somos nosotros los que tenemos que esforzarnos en acercarnos a la obra artística de una forma ataráxica, es decir, pensando que si estando mirándola desde un ángulo concreto ésta no nos comunica nada posiblemente la solución sea cambiar nuestro punto de vista.

El otro estímulo ha venido de la mano de Ernesto Sabato, de Abbadón el Exterminador más concretamente. En esta novela el Sabato personaje escribe una extensa carta a un escritor que se siente descontento consigo mismo por las críticas que ha recibido y por no ser capaz de escribir sobre cualquier tema. S. le dice que el buen escritor nunca puede escribir sobre cualquier tema sino que, por el contrario, por muchos textos que escriba siempre habrá un fondo común con raíces en las propias obsesiones, en uno mismo. Dice que el arte desligado de la propia vida y pensamiento no tiene sentido.

Pensando entonces en que yo, queriendo escribir, tendría que centrarme como él dice en mi misma y en mis obsesiones he pasado un largo rato ahondando para averiguar cuáles son estas obsesiones y qué rasgos de mi misma me pueden resultar interesantes.

Lo único que he encontrado han sido dudas e inseguridades. Me apunto en mi lista de ideas a realizar el crear un personaje a partir de estas dudas sobre el que pueda escribir y al que pueda añadir las vivencias que me faltan. Creo que me puede resultar divertido e interesante intentar averiguar como reaccionaría delante de tales o tales otras circunstancias y situaciones. Voy a llamar a este personaje Alejandra. Sus padres, es decir, yo; la bautizarán de este modo por entender la complejidad de su personaje homónimo en Sobre héroes y tumbas y por comprender también que esta complejidad está, probablemente, intrínseca en mayor o menor grado en todos nosotros o, al menos, en mi.

Si hago acopio de constancia y llevo a cabo este proyecto, alejándome por una vez de mi falta de perseverancia, es probable que en adelante aparezcan textos varios y dispares protagonizados por esta recién nacida.

domingo, 28 de noviembre de 2010

7. Sketch















6. Kavafis

A raíz de una conversación con mi padre ayer descubrí a Kavafis. Ya había leído, sin poner nombre al autor, Ítaca, que probablemente es uno de sus poemas más famosos. Copio aquí éste y otro, los que más me han gustado de los que hasta ahora he leído.



Itaca


Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta

si tu pensamiento es elevado, si una exquisita

emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes

y el feroz Posidón no podrán encontrarte

si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,

si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,

que sean muchos los días de verano;

que te vean arribar con gozo, alegremente,

a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,

y comprar unas bellas mercancías:

madreperlas, coral, ébano, y ámbar,

y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto

para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.




Vuelve



Vuelve otra vez y tómame,

amada sensación retorna y tómame -

cuando la memoria del cuerpo se despierta,

y un antiguo deseo atraviesa la sangre;

cuando los labios y la piel recuerdan,

cuando las manos sienten que aún te tocan.

Vuelve otra vez y tómame en la noche,

cuando los labios y la piel recuerdan....

sábado, 27 de noviembre de 2010

5. El Gabinete de un Aficionado


Hará ahora una semana, vi un documental del crítico de arte Robert Hughes en el que entrevistaba al hijo de un coleccionista de obras de Andy Warhol. El crítico le preguntaba acerca de la opinión que le merecía el artísta a lo que el hijo del rico coleccionista respondía con todos los tópicos existentes sobre Warhol. Con esto demostraba que, si bien se habían informado para poder alardear con mayores argumentos sobre su colección , no se habían parado a reflexionar sobre ello, a crear argumentos propios. No habían hecho un análisis crítico que les hiciese decantarse por la obra de Warhol en vez de a la de otro artista. Puede decirse, por lo tanto, que su coleccionismo estaba más motivado por un afán de posesión que por un interés y conocimiento real del arte.

Esta misma sensación me la transmite el protagonista de El gabinete de un aficionado, Hermann Raffke, que tras haber labrado una fortuna en el negocio de la cerveza, decide ser coleccionista a gran escala. Explica Perec que Raffke contaba con el asesoramiento de los mejores críticos internacionales para que le recomendasen los cuadros que debía comprar, es decir, él tampoco compraba movido por el conocimiento y amor al arte ni por la intuición y el apego a ciertas obras sino por el ansia de tener, de demostrar cuan alto era su poder adquisitivo. Esta observación, por supuesto, no tiene en cuenta el desengaño que tuvo más tarde al conocer la falsedad de varias de las piezas de su botín y decidir entonces ser quien ríe último y, por tanto, mejor. El que era comprador se convierte en creador y no solo engaña al mundo que le rodea sino que, de la mano del escritor, nos engaña también a nosotros los lectores.

Como observadora de la historia, y tras asimilar que te han estado tomando el pelo durante, aproximadamente, cien páginas… Una puede hallar en El Gabinete de un Aficionado una explicación bastante crítica sobre lo que es el arte, o sobre lo que es, al menos, el mercado del arte.

Hermann Raffke empieza a copiar con gran exactitud múltiples obras de arte de mayor o menor reconocimiento. Se podría decir que de mero coleccionista, archivador, pasa a ser lo que llamaríamos un artista que trabaja a partir del propio archivo, crea una obra extensa, una colección cuyo hilo narrativo es el de decir luego que es adquirida en vez de creada. Hace un trabajo de “metaarte”, de arte que habla del arte, en este caso, que lo plagia. En el mundo del arte podemos encontrar multitud de artistas cuyo procedimiento resulta bastante similar, pese a no considerarse después plagio, sino tal vez versión o adaptación. En la exposición Humano, demasiado humano pudimos ver algunos casos de este hecho. El cuadro en el que aparecía el Guernica embalado es uno de ellos. El Equipo Crónica tal como aparecía explicado en la exposición hace una relectura de varias piezas de arte de forma, algunas veces irónica. Es curioso ver que en la misma exposición podíamos encontrar una versión de un cuadro de Picasso de la mano de estos, y, al mismo tiempo una versión de Las Meninas hecha por el propio Picasso. Al ver de nuevo esta relectura en concreto caigo en la cuenta de que probablemente la obra clave de Velazquez es una de las más versionadas en el mundo del arte, el propio Equipo Crónica, cuenta también con una adaptación, del mismo modo que lo hacen Dalí, o el fotógrafo Joel Peter Witkin que con sus personajes amputados no solo ha versionado este cuadro, sino que ha adaptado a sus freaks una gran cantidad de obras de arte de gran reconocimiento como La Venus de Milo, Man Ray, Las tres Gracias o El naufragio de la Medusa.

Volviendo a Hermann Raffke, es necesario contar que crea también, aparte de la colección que se le supone adquirida, un cuadro que dice haber encargado a otro artista poco conocido, Heinrich Kürz. Este cuadro es el centro alrededor del cual está compuesta la novela. Se trata de una obra en la que aparece el coleccionista sentado en una butaca en una sala en la que se encuentra gran parte de sus adquisiciones. La sorpresa de este cuadro, que lo convierte en una obra de gran magnetismo para los espectadores, reside en su centro, en el que aparece retratado de nuevo el mismo lienzo, y, en el centro de este, por supuesto, otra vez y así sucesivamente hasta convertirse en un punto prácticamente imperceptible. Es un cuadro dentro de un cuadro, dentro de un cuadro… Este juego lo podemos encontrar, tendiendo o sin tender al infinito en muchas obras de arte, como por ejemplo, como no, Las Meninas, en ésta vemos, igual que en el Gabinete de un Aficionado al pintor, pese que en el segundo, el observador desconozca que así es. Y vemos a este pintor delante de su obra. El juego de Las Meninas con el espejo que muestra lo que al parecer está viendo el artista, crea también este aspecto cíclico, Velazquez observa a alguien que solo vemos a través de un espejo, y este alguien al mismo tiempo está observando al artista. Citando a Foucault: “El cuadro en su totalidad ve una escena para la cual él es a su vez una escena.”

Perec juega, en esta historia, con la idea del infinito pero desde un punto de vista diferente al de Velazquez, y también al del eterno retorno, de hecho podríamos decir que sí es un eterno retorno, pero truncado. Ya que aunque en la primera ojeada el espectador pueda creer que el cuadro aparece reproducido de forma idéntica una y otra vez, en el momento en que se detiene a fijarse en los detalles se empieza a dar cuenta de que realmente sí hay variaciones en cada una de las reproducciones del lienzo. De hecho se podría decir de algún modo, que la historia avanza, las ovejas que pastaban en la primera versión en la segunda puede ser que descansen, el boxeador al que golpean tal vez yazca ya en el suelo y así sucesivamente en la mayor parte de las reproducciones de los cuadros del coleccionista. Otro elemento que añade interés al cuadro es el hecho de que todos los miembros de la familia del coleccionista aparezcan retratados en él, no por si mismos, sino como personajes de las obras que penden de las paredes.

Perec cuenta como, al ser expuesto este cuadro, junto a otros de la colección éste resulta atraer a un público masivo, tanto es así que al acumularse las colas de gente que esperaban para verlo tuvieron que asignarse unos tiempos bastante breves para cada espectador. Explica como los estudiosos y los críticos pretendían analizarla en tiempo record, y hacían la cola una y otra vez si no conseguían fijarse en todos los detalles para tener más tiempo de medir las versiones de menor tamaño, para observar con lupa estas últimas reproducciones, para asimilar todo aquello que la obra tenía de enigmático y de magnético a la vez que de científico y casi matemático… Las largas esperar, las críticas, la exaltación de los que ya habían visto el cuadro y de los que aún no, fue haciendo crecer un frenesí, una excitación y una tensión que, como probablemente hubiese sucedido en la vida real, acabó por explorar cuando uno de los asistentes atentó contra el lienzo manchándolo de tinta, hecho que puso punto y final a la exposición.

Ciertamente, los atentados contra el arte son algo que muy rara vez tiene lugar hoy en día. En alguna ocasión han ocurrido robos, como es el caso de El grito de Munch, o han aparecido obras que no deberían, este último caso fue bastante comentado dado que hasta varios días más tarde, ni los responsables del museo, ni los asistentes, se dieron cuenta del error y seguían observando el lienzo como si de una obra de arte real (y reconocida) se tratase. Aún con estas excepciones, los museos son algo bastante parecido a santuarios donde las obras de arte tienen un papel sagrado según el cual se pueden admirar pero no se puede, en ningún caso, interactuar con ellas. Es obvio que esto es algo necesario para la seguridad y preservación de éstas; pero no deja de ser ridículo en algunos casos. Hay multitud de esculturas, de obras, que de encontrarse en el propio estudio del autor todo el mundo daría por evidente que se permitiera tocarlas, y seguramente este acercamiento limitaría la tensión y las ganas de agredir a la obra. Es cierto, por otro lado, que en la situación comentada, al estudio del artista, solo los elegidos por él mismo pueden acceder, y que por tanto los estándares de seguridad no tienen que ser los mismos que en las instituciones museísticas.

Tras comparar los museos con santuarios se me ocurre también que la novela podría ser algo así como un texto religioso, una parábola o un cuento con moraleja de lo que puede llegar a pasar en la frivolidad máxima del mercado del arte. Todos se convierten en presa y depredador al mismo tiempo de diversas trampas, tomaduras de pelo y bromas.

Y aunque el propio libro sea una broma, como se descubre en las dos últimas páginas, es la resolución de esta historia lo que, al menos para mi, hizo que ciertos aspectos cobraran sentido. Recuerdo a mitad de la lectura volver a mirar la portada para cerciorarme de que Anagrama había publicado el libro en la colección de Narrativa, y no alcanzar a entender qué les había llevado a considerarlo una novela, me parecía más bien una crítica extensa o un ensayo breve sobre un caso cuya veracidad daba por supuesta. Pero si bien al final el lector descubre que realmente todo era una ficción… no descarto la posibilidad de que encajase también en la otra colección de la editorial, ya que, tal como se dijo en clase, da una visión bastante certera del mundo del arte e, inclusive, de la historia del arte. No deja de parecerme curioso cómo los autores se sirven de unos géneros literarios para obras con una finalidad anclada claramente en otro género, de este modo El gabinete de un aficionado es una ficción escrita como una no-ficción y, por ejemplo, Nietzsche escribe su Así habló Zaratustra como si de una fábula se tratara, se sirve de una narración y de unos personajes ficticios para exponer su pensamiento que él no considera ficción, así que podríamos decir que hace el procedimiento opuesto a Perec. Éste, en cambio, para crear su apariencia de no-ficción utiliza la técnica, bastante borgiana por otro lado, de la acumulación de datos. Los números, los precios, los datos nada narrativos crean una sensación de realidad irrefutable, es difícil poder llegar a imaginar que a alguien se le haya ocurrido inventarlos.

Para acabar, y a modo de opinión personal, diré que es un libro que me resulta mucho más interesante al pensarlo que al leerlo, esto, evidentemente, puede ser aplicable a la mayoría de las obras literarias, pero en este caso se me antoja más exagerado. El lector medio al que le caiga en las manos sin la responsabilidad de luego tener que reflexionar lo suficiente como para escribir un texto alrededor de él seguramente no sacará demasiado jugo del libro. Sin embargo, una vez acabado este texto ha cambiado bastante mi percepción de la novela. Si bien, por un lado, me parece un divertimento del escritor, que juega a dar vueltas en torno a un eje imaginario llegando, posiblemente, en algún momento a creérselo en cierto modo y que juega también a reírse de su lector que no tiene más remedio que creerle hasta que el mismo se desacredita con el final que descubre la ficción.

Me parece por el otro lado, un buen punto de partida para el pensamiento, para la reflexión, que puede dar lugar a una ramificación constante e infinita. Me recuerda en cierto modo a un árbol que parte ya en si mismo de una ramificación subterránea, es decir, las raíces. Las raíces de este libro podrían ser los referentes artísticos que utiliza, las ganas de divertirse y de tomar el pelo, los elementos narrativos robados del ensayo y la crítica. El tronco sería el cuadro dentro de un cuadro, dentro de un cuadro… y el descubrimiento del engaño. Las ramas y las hojas, por último, serían la añadidura del lector, todo aquello que pensase tomando El gabinete de un aficionado como punto de partida y apartándolo luego poco a poco hasta llegar a divagar sobre asuntos bastante alejados del mismo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

4. La insoportable levedad del ser

Hoy no haré ninguna reflexión, me parece que Milan Kundera ya lo dice suficientemente bien. Sólo dire que lamento que estas palabras no hayan surgido de mis labios o de mi lápiz.


“Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento.”


“Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia.”


“Vivir en la verdad es no mentirse a uno mismo, ni mentir a los demás. Esto, sólo es posible en el supuesto caso de que vivamos sin público, en cuanto hay alguien que observe nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad. Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la mentira.”


“Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien.(Este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien(este deseo se produce en relación con una única mujer).”


“…Todos consideramos impensable que el amor de nuestra vida pueda ser algo leve, sin peso; creemos que nuestro amor es algo que tenía que ser; que sin él nuestra vida no sería nuestra vida. Nos parece que el propio huraño Beethoven, con su terrible melena, toca para nuestro gran amor su ‘es muss sein!’ (¡tiene que ser!) Tomás se acordaba del comentario de Teresa sobre el amigo Z. y constataba que la historia del amor de su vida no iba acompañada del sonido de ningún ‘es muss sein!’, sino más bien por el de ‘es könnte auch anders sein’: también podía haber sido de otro modo…”


"Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera que quería: El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero que valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro."


viernes, 5 de noviembre de 2010

3. Me by Lekuonastudio



Un proyecto para Aro (Vialis) de la mano de Lekuonastudio.


lunes, 18 de octubre de 2010

2. Cuadro 85




Alguien me contó una vez que la telequinesia consiste en ordenar a tu cuerpo astral que se aleje de ti y que alcance tal o tal otro objeto, pudiendo de este modo tocarlo, moverlo, levantarlo… De pie, quieta, frente al Cuadro 85 de Manuel Millares, lamenté no tener esta capacidad.

La sinestesia, del griego συν, 'junto', y αισθησία, 'sensación', es, en retórica, estilística y en neurología, la mezcla de varios sentidos diferentes. Un sinestésico puede, por ejemplo, oír colores, ver sonidos, y percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada.

Al observar este cuadro, la palabra sinestesia acudía una y otra vez a mi mente, y de hecho lo sigue haciendo al recordarlo. Me dio la impresión de ser eminentemente táctil y me produjo, por este motivo, una sensación de impotencia. Me encontraba intentando analizar y aprehender con los ojos algo que se me antojaba creado para ser comprendido con las manos.

No es extraño que se produzcan situaciones similares a estas en los museos, que como dice Giorgio Agamben en su texto Profanaciones, son el espacio en el que “la imposibilidad de uso tiene su lugar tópico.” “Hoy todo puede volverse Museo, porque éste domina simplemente la exposición de una imposibilidad de usar, de habitar, de experimentar”. Dice también y por último, refiriéndose a los turistas que se acercan a un antiguo templo que “celebran sobre su persona un acto sacrificial que consiste en la angustiosa experiencia de la destrucción de todo uso posible.”

Está claro, sin embargo que gran parte de la “información” que transmitía el cuadro de Millares se me otorgaba a través del campo visual, pero no se puede decir que esto me calmase, al contrario todos los elementos parecían conjugados para que frente a ese cuadro me encontrase incomoda y algo angustiada a la par que atraída como por un imán. Me resultaba incluso paradójico que todo esto me lo arrojase el cuadro 85 y no cualquiera de los otros dos de Millares que, sin duda, resultaban en apariencia más tétricos o desagradables; en ellos encontramos una predominancia absoluta del negro y el rojo, y una voluminosidad mucho más intensa que en el 85.

Sin embargo, en este último el contraste viene marcado por una línea casi recta, casi horizontal, no hay rojo, sólo negro y el color propio de la tela de saco. Podríamos decir que es un cuadro más contenido que los otros dos, pero a mi me transmitió una mayor tensión. Parece que Millares descargó en los otros una rabia, o una emotividad (sea cual fuera el sentimiento) que en éste se guardó para si. Resulta un cuadro más racional y seguramente por eso mismo más angustioso. La separación de ambos colores no solo viene dada por la línea horizontal sino que se ve acentuada por rotos, por descosidos, ya que, de hecho, me pareció que eran telas diferentes. El volumen del centro es el punto en el que convergen los dos colores, se me antoja como punto culminante, la tregua en la disputa o todo lo contrario, el inició de la explosión que sigue a la tensión.

Aún hay más, doy por supuesto que fue intencionado el hecho de que el volumen estuviese justo entre los dos rotos y que formasen, de este modo, una especie de cara que observa al observador. Es una mirada vacía puesto que no se trata de unos ojos pintados sino de todo lo contrario, de un hueco en el cuadro; sin duda esto incrementa el desasosiego del espectador, al menos si éste soy yo.

Me ocurre cuando miro largo tiempo una cuadro, cuando pretendo comprenderlo completamente, que de pronto me doy cuenta de que no es la obra lo que intento analizar sino que utilizo al mismo como excusa, como vía para entenderme a mi misma, encuentro inherentes en él características propias de mi. Es el caso de la combinación en el cuadro 85 entre aquello que se ve premeditado por parte del autor y aquello que da la impresión de “habérsele escapado”. Me da la sensación de que Millares tomó la decisión de representar cierta rabia en su obra, y al ser una decisión tomada, esta no dejaba de ser una rabia ficticia, pero una vez con “las manos en la masa” la “rabia-idea” se tornó en “rabia-real” y no pudo contener ciertos impulsos que, aunque nimios, dan una mayor credibilidad a lo que el espectador ve.

Esta misma sensación de confluencia entre lo premeditado y lo improvisado me la transmiten ciertos cuadros del expresionismo abstracto americano, (no es de extrañar dado que Millares formaba parte del Informalismo, movimiento paralelo en Europa a este otro americano), como Mujer I de Willem de Kooning, El Puente de Franz o Pájaro de Jackson Pollock. Sobretodo el primero en que a diferencia de los lienzos más famosos Pollock que parecen, aunque puede que no sea así, totalmente improvisados; la obra de Willem de Kooning sí da la impresión de tener una reflexión previa, Kooning sabía lo que quería pintar y tenía una idea aproximada del aspecto que el cuadro debía alcanzar, sin embargo el espectador puede percibir que la intensidad de los trazos tiene que partir de dentro, no se puede pintar un cuadro así desde una actitud pasiva o calmada y, por tanto, no puedo creer que el cuadro acabase exactamente igual a como el artista lo concebía en un principio. Curiosamente, acabo de encontrar una frase escrita por Miró, que por otro lado también tiene aspectos que me pueden recordar a Millares, que refleja bastante bien esto: “Mi pintura no es de ningún modo un diario secreto. Es una fuerza atacante que se exterioriza.”

Otra frase de Miró que me gustaría saber si es extensible a otros artistas como Millares, o los expresionistas abstractos es “Una vez que está terminada una tela, deja de importarme”, esto habla del pintar por el simple hecho de pintar, de pintar como modo de expresión, de exteriorización, de desahogo, del pintar por mera necesidad.

Podría acabar diciendo algo que probablemente resulta obvio pero que no lo es tanto. Que el arte que en muchas ocasiones se puede considerar como un elemento esteticista y decorativo, hecho que algunos artistas de todos los tiempos parecen haberse empeñado en corroborar; tiene en muchas otras ocasiones un papel mucho más torturador que placentero en la vida del espectador. Tiene la capacidad de evocar, de comunicar y de conmover, de “hacer sentir” de forma a veces incluso explosiva. Y creo que esto es aplicable tanto a obras de arte en las que la expresión es el elemento clave como en las citadas hasta ahora en el texto, como en otras que tienen mucho menos de espontáneo. Pueden ser un ejemplo muchas esculturas y pinturas del Barroco como La elevación de la cruz de Rubens o del Romanticismo como La Balsa de la Medusa de Géricault.

domingo, 17 de octubre de 2010

1.

Vuelvo a empezar, y no precisamente en el sentido de los anuncios de El Corte Inglés. Simplemente me doy a mi misma una oportunidad más.



Look at my face: my name is Might Have Been,

I am also called No More, Too Late, Farewell.